La reconstrucción de Venezuela va a necesitar de educadores corajudos, valientes, creativos, que asuman la educación como un medio fundamental para producir vida abundante para todos. Para la reconstrucción de Venezuela y la gestación de un mundo mejor, los educadores somos más necesarios e importantes que los economistas, los políticos y los militares. Por ello, si bien la crisis del país ha llevado a desprestigiar y asfixiar la educación, no podemos ir contra la historia y vendrán pronto días en que la educación de calidad para todos pondrá los cimientos sólidos para una Venezuela próspera, productiva y en paz. En consecuencia, la opción de quedarnos en Venezuela debe ir acompañada de una revalorización de nosotros y de nuestra profesión y de un trabajo cada vez más lleno de entusiasmo, responsabilidad y creatividad.
Por ello, me atrevo a proponer que trabajemos para convertir nuestros centros en lugares de vida, de defensa de la vida y de convivencia solidaria. Ello nos debe mover a tratar de mitigar los efectos más inhumanos de la crisis como son el hambre y la escasez de medicinas, articulándonos con las comunidades y con aquellos organismos e instituciones que tienen una rica experiencia en enfrentar problemas semejantes. Son tiempos de alianzas y de solidaridades. Debe ser una prioridad educativa garantizarles a los alumnos un plato de comida y la atención médica esencial.
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