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martes, 12 de enero de 2021

La educación a distancia: un modelo que requiere revisión y rectificación en Venezuela

Improvisación, falta de recursos, fallas en servicios básicos como Internet y electricidad, salarios ínfimos, así como deficiencias tanto en docentes como en alumnos, han marcado el transcurso del año escolar.


Desde la llegada del covid-19 al país, escuelas, colegios y universidades se vieron forzados a cerrar sus puertas. Los docentes y padres se las ingeniaron para concluir un segundo lapso e iniciar el tercero con mucha incertidumbre e improvisación a distancia. En este nuevo año, aún en pandemia, el panorama de este nuevo año escolar 2020-2021 no es muy distinto al de hace seis meses, incluso podría ser peor: la deficiencia en los servicios básicos (electricidad e Internet), la falta de recursos o dispositivos tecnológicos en los hogares, el aumento de la deserción escolar y las deficiencias que muchos estudiantes arrastran para este nuevo año suponen un gran reto para el sistema educativo venezolano, en crisis desde hace años.

Aunque este nuevo año escolar se inició de manera virtual, aún no se sabe qué ocurrirá en unos meses. El pasado 21 de agosto, el presidente Nicolás Maduro planeó un regreso a clases parcialmente presencial a partir de octubre, propuesta que rechazaron tanto educadores como padres debido a que los casos de contagios diarios de covid-19 en el país no descienden, solo aumentan. Dos días después informó en el programa Aquí con Ernesto Villegas que se realizaría una encuesta para conocer la opinión de los venezolanos sobre el regreso a clases de manera presencial, y aclaró que se podría hacer un ensayo para una dinámica mixta, que combinará las clases presenciales con la educación a distancia.

Finalmente, el 13 de septiembre el presidente Maduro anunció que el regreso a clases no sería presencial. En una transmisión por VTV desde Miraflores, informó que tomó la decisión luego de revisar los resultados de la encuesta realizada a maestros y profesores, y tras “evaluar” las consecuencias del inicio de clases presenciales en otros países. “Sin lugar a dudas, el regreso presencial a clases no es favorable para el control de la pandemia. Por eso no hay regreso presencial a clases en Venezuela y veremos si en enero de 2021 regresamos. He decidido el no regreso presencial a clases”, dijo entonces.

Así, sin certeza, con mucha improvisación y sin una política de Estado para atender el tema de la educación en plena pandemia, el miércoles 16 de septiembre comenzó el año escolar 2020-2021 a distancia. Una modalidad que no fue del todo positiva para la gran mayoría de los estudiantes de educación básica y media de Venezuela.

 

 

Cierre virtual

En marzo, cuando se conoció el primer caso de contagio de coronavirus en el país, los centros educativos suspendieron sus actividades. En ese entonces, Delcy Rodríguez aseguró que prepararían un plan especial para que el proceso educativo continuara a distancia. Sin embargo, no fue así. Solo se implementó el plan Cada familia una escuela, una serie de programas televisivos de contenidos educativos que transmite VTV.

Por su parte, cada escuela y docente intentó adaptar el programa escolar como pudo para continuar con las actividades. Una maestra de la Escuela República Bolivariana de Venezuela, en Coche, que prefirió no revelar su nombre, comenta que cuando se suspendieron las clases, elaboró un plan con los temas del tercer lapso y se los hizo llegar a los padres a través de Whatsapp. Sin embargo, no todos los estudiantes cumplieron con las tareas, pues algunos no tenían teléfonos inteligentes. En estos casos, los representantes iban a la escuela para copiar las asignaturas que dejaban los maestros en una cartelera en el portón de la institución. Luego debían armar un portafolio que, posteriormente, entregaban a los docentes.

“Hubo muchas deficiencias. Es un método dudoso porque muchas veces los papás eran los que hacían los trabajos (…) Fue un fracaso total el año escolar”, dice la maestra.

 Para Olga Ramos, miembro de Asamblea de Educación y una de las coordinadoras del Observatorio Educativo de Venezuela, lo que se realizó en el país desde que comenzó la pandemia no puede ser considerado ni educación a distancia ni educación en casa, pues, explica, cada modalidad (radio, televisión o plataformas digitales) tiene un formato y una lógica distinta. “Tienes que saber cuál es la peculiaridad de cada una, en términos de las estrategias y si tienes algo multiestrategia tienes que diseñarla bien. Lo que vivimos no fue educación a distancia, en ninguna de sus versiones, porque cuando comenzó la instrumentación le lanzaron la responsabilidad a las familias. Digo le lanzaron porque no es que se pensó un diseño mixto entre educación a distancia y en casa. Si iba a ser una mezcla, debía tener las características y los materiales que permitieran que las familias hicieran su trabajo”, indica.

En el mismo sentido, Ramos destaca que uno de los errores en el proceso, además del diseño de las estrategias, fue dejar toda la responsabilidad a los padres, quienes, en algunos casos, no tienen formación académica. “Tenemos muchas familias con deficiencias importantes en el proceso educativo, tenemos personas que son analfabetas. No puedes dejarle la responsabilidad de administrar un programa que tiene un componente de educación en casa a quienes no tuvieron formación, porque no saben lo que tienen que enseñar ni cómo hacerlo. No es soplar y hacer botellas”, añade.

Ramos explica que cuando empezó la pandemia lo ideal era establecer un período de transición, en el que los estudiantes repasaran temas del segundo lapso, mientras el Ministerio de Educación diseñaba un plan que se ajustara a las necesidades de cada institución para continuar con el proceso educativo y extender el año escolar mientras se hacían estos ajustes. “Aquí nunca hemos extendido el año escolar más allá del 31 de julio porque hay una creencia que dice que se debe terminar en esa fecha”, dice.

En Venezuela es difícil hablar de educación a distancia virtual cuando en el país los servicios básicos como Internet y electricidad son deficientes, señala Orlando Alzúru, presidente de la Federación Venezolana de Maestros.

Entre mayo y abril, el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP) realizó una consulta sobre las fallas en el sistema de energía eléctrica en las principales ciudades del país (Caracas, Valencia, Punto Fijo, Maracaibo, Barinas, San Cristóbal, Ciudad Bolívar, Barcelona, Porlamar y Barquisimeto), el cual determinó que  40,3% de los encuestados sufren interrupciones diarias del servicio, incluso 23% señaló que las presenta varias veces al día.

Por su parte, otra consulta efectuada el año pasado por el  OVSP, en la que participaron 6.193 personas, concluyó que 63% no tenía acceso a Internet. Este año, entre abril y mayo, otro estudio arrojó que 62,2% de los encuestados no contaba con un servicio con la suficiente capacidad para trabajar o estudiar a distancia. En  septiembre, otro estudio determinó que solo 34% de las personas cuenta con acceso al servicio de Internet en el hogar.

Por estas razones, Alzuru considera que la educación virtual a distancia en Venezuela ha sido un fracaso. Además, destaca que en muchos casos ni maestros ni alumnos cuentan con las herramientas tecnológicas para continuar con el proceso educativo en casa. “Mientras esas fallas existan las educación a distancia será un fracaso porque el alumno no está aprendiendo y aun así lo estamos promoviendo a un grado superior sin tener las capacidades o los conocimientos suficientes para estar allí. Y esto que estamos cometiendo es una gran estafa”, indica.

Asimismo, el presidente de la FVM considera que en el país muchos de los docentes no cuentan con la capacitación tecnológica para adaptar el contenido que se ve en el salón de clases a otras plataformas, por lo que necesitan formación en esta área y no se les ha brindado.

Sobre la calidad de la educación recibida a través de Cada familia una escuela, Alzuru indicó que de acuerdo con una consulta realizada por la FVM, 98% de los encuestados la calificaron “de regular a mala”. Agrega que para lograr el éxito de este programa el Ejecutivo tiene que invertir en una plataforma que garantice que cada alumno disponga de conexión a Internet para recibir las guías y contenido educativo. “Mientras no se corrijan esas fallas ni se le facilite al docente la oportunidad de tener una computadora o un celular inteligente, se le imposibilita asumir la responsabilidad de una buena educación”, considera.

En el sector educativo privado la situación es diferente. Fausto Romeo, presidente de la Asociación Nacional de Instituciones de Educación Privada (Andiep), asegura que el proceso de educación a distancia fue exitoso y que llegó para quedarse. “La educación a distancia es fundamental para mantener ese equilibrio que se requiere como elemento de enseñanza. Nunca se podrá sustituir al maestro, porque es fundamental, al igual que la educación presencial, pero la educación a distancia es algo que se requiere para estar en todo el año escolar”, señala.

Romeo indica que el sector privado −que representa solo 20% del sistema educativo en Venezuela, pues 80% restante está conformado por instituciones públicas− pudo culminar el año escolar 2019-2020 sin mayores dificultades, más que el tema de la velocidad del Internet y las fallas eléctricas. “Tenemos un promedio de ancho de banda de 2 megabits, cuando lo normal en cualquier parte del mundo es de 100. Hay que aumentar el ancho de banda. El que se quiere poner para las escuelas es de 10 Mbps, indudablemente es mejor que 1 o 2. El problema está en que si se va la luz desde  las 7:00 am hasta las 7:00 pm, el estudiante tendrá que descargar las tareas y enviarlas cuando llegue la luz”, dice.

Sobre los recortes de electricidad que se realizan en algunos estados como parte del plan de administración de cargas que se implementó en 2016, el presidente de Andiep indica que se debe solicitar que no se realicen durante el día, para que los alumnos puedan aprovechar el tiempo.

Un error que se ha cometido en los últimos años, asegura Fausto Romeo, es que el Estado en vez de dotar a las instituciones educativas de herramientas tecnológicas como laptops y tablets las entregó directamente a los estudiantes. “Si en un salón hay 30 muchachos, cada uno tiene su canaimita que podían llevar y traer, pero al final del año escolar se quedaban en la institución y se les hacía mantenimiento para que los estudiantes del nuevo curso las utilizaran. Aquí las entregaron como una política de regalar, como siempre se ha hecho, y ahora se están pagando las consecuencias”, lamenta.

Así como en las instituciones públicas necesitan equipos, en el sector privado también. Romeo indica que quieren recursos, pero pagando. Nada gratis. “Necesitamos un financiamiento porque no vamos a tener capacidad de comprar 100 o 200 tabletas. Las podemos comprar, pero con apoyo del Estado”, afirma.

 

 

Regreso a distancia

El tiempo que se perdió de clases por fallas de Internet, electricidad y la falta de equipos tecnológicos hace que en este nuevo año escolar muchos niños y jóvenes comiencen con deficiencias. Este tiempo puede variar dependiendo de la zona del país y la regularidad de los servicios. Por esto, antes de iniciar las actividades, es necesario realizar una evaluación profunda de los conocimientos adquiridos y las herramientas con las que cuentan tanto alumnos como maestros, para así diseñar una estrategia que se adapte a la situación de cada uno e implementar otras alternativas que no dependan de la televisión o la conectividad.

“No es fácil realizar una evaluación cuando tienes la imposibilidad de ir a la escuela, pero la diseñas y la haces. No puedes arrancar el año escolar suponiendo que el muchacho que pasaste de un grado a otro va a tener lo que necesita para poder seguir, tienes que saber qué es lo que no aprendió. En ese caso, tienes que hacer una evaluación y reprogramar lo que pasará en el año escolar”, explica Olga Ramos.

Añade que también es necesario evaluar a los docentes en dos aspectos: qué tanto saben de educación a distancia y de lo que tienen que enseñar. Entonces hay un problema que resolver, y para eso hay que evaluar a los docentes para acompañarlos a mejorar porque no tuvieron la oportunidad de formarse”.

En Fe y Alegría este nuevo año escolar comenzará con una evaluación para conocer las debilidades y lo que se debe mejorar, formar a los docentes en educación a distancia y realizar un diagnóstico para conocer las competencias de los niños y las condiciones en las que pueden trabajar: con guías, a través de la radio, en línea o aquellos que no tienen ningún tipo de recurso. “Comenzaremos con una etapa que le llamamos ‘Nivelación y refuerzo’. No vamos a iniciar con el año escolar, repasaremos saberes esenciales que se debieron alcanzar en el grado anterior. Estamos apostando para que los estudiantes tengan un año en el que, aún desde la distancia, puedan superar esas dificultades que tienen”, dice Noelbis Aguilar, directora nacional del Programa Escuelas Fe y Alegría.

Para este nuevo año escolar, Aguilar insiste en que es indispensable elaborar un currículo que permita nivelar a todos los estudiantes que, por una u otra razón, quedaron excluidos del sistema educativo por no tener recursos. “Creo que no es un tema de tomar decisiones en cadena, porque no se les ofrece a las familias más humildes condiciones para acompañarlas en una modalidad a distancia. La televisión no llega a todas partes y no toda la población tiene acceso a una, al igual que la radio y los pocos materiales impresos que hay. No puedes garantizar un proyecto educativo con lo que humildemente una persona tiene”, considera.

Otro aspecto importante por tener en cuenta y que podría afectar este nuevo año escolar es la falta de seguimiento por parte del Estado de lo aprendido por los estudiantes en el grado anterior, si la educación que recibieron fue de calidad o si la cobertura llegó a todos. “Este año se va a iniciar con mucha incertidumbre porque al no haberse evaluado el año pasado, el Estado va a continuar con el programa Cada familia una escuela. Pero para poder llegar a la mayoría de los muchachos necesitas flexibilidad y diversas modalidades porque no todos tienen los recursos”, explica. Además, agrega que en las escuelas públicas del país desde hace años no se realizan pruebas para medir la calidad y el impacto de la educación: “No sabemos realmente si hemos aprendido más que el año pasado. En Fe y Alegría lo hacemos, pero si no hay una medición oficial cómo se puede saber si los estudiantes mejoraron o están estancados. Entonces no hay manera de saber si lo que se hará este año será bueno o malo”.

Uno de los retos de este inicio de clases es que cada docente tendrá un grupo de alumnos nuevo, que traerán una serie de debilidades que ellos desconocen. Por esto, en algunas escuelas se planteó que los maestros continúen con el mismo curso al que le dieron clases en el trimestre anterior, para así ayudarlos con las deficiencias que ya conocen.

Pero Olga Ramos señala que esta medida también es cuestionable: “No le estás avisando a los docentes con tiempo ni les estás dando materiales para que se preparen. Si tienes cinco años dando segundo grado y te toca dar tercero, a lo mejor no hay muchas diferencias, pero si pasas de tercero a cuarto ¿cómo lo vas a hacer? Eso es un interruptor que se cambió. El docente que tiene toda su planificación fundamentada en lo que se debe aprender en segundo grado no puede empezar a dar tercero sin hacer modificaciones”.

 

 

Dos dólares al mes

Aunque comenzaron las clases, el Comando Regional Sindical de Educadores de Caracas exhortó a los docentes a no reincorporarse a sus actividades debido a la falta de condiciones y como medida de protesta para exigir mejoras salariales. Actualmente, el sueldo de un maestro se ubica entre 1,84 y 2,11 dólares al mes, aproximadamente.

“El salario de los docentes no es suficiente para adquirir equipos de primera generación que les facilite el trabajo de educación a distancia. No podemos aceptar que algunos directores o jefes de zona obliguen a los docentes a asistir a los centros educativos que no tienen condiciones sanitarias para desde allí coordinar una educación a distancia”, dice Orlando Alzuru. 

Es importante acompañar y proteger a los maestros, considera Luisa Pernalete, profesora del Centro de Formación e Investigación Padre Joaquín, de Fe y Alegría. Esto se debe hacer, afirma, facilitando herramientas para reducir la brecha tecnológica y con un salario que le permita cubrir sus necesidades básicas, como establece el artículo 91 de la Constitución. “Con lo que gana un maestro no se puede comprar un cuaderno empastado con un lápiz, mucho menos un teléfono o pagar el servicio de datos. El maestro está dispuesto a trabajar, pero necesita unas condiciones mínimas”, asegura.

Muchos de los docentes no disponen de teléfonos inteligentes ni computadoras. Es la situación de una maestra de la Escuela República Bolivariana de Venezuela, que pidió no revelar su nombre. Para continuar con el año escolar anterior tuvo que pedir un celular prestado. “Ni siquiera saco el teléfono a la calle porque no es mío, tengo que cuidarlo más de lo normal”, afirma.

En el caso de Fe y Alegría, Pernalete indica que para reducir la brecha tecnológica realizaron un estudio para determinar la cantidad de docentes que tenían acceso a herramientas como celulares inteligentes. “El año pasado cuando vimos que solo 45% de nuestros docentes tenían teléfonos inteligentes, que fue lo que usamos para bachillerato. Entonces comenzamos una campaña para adquirirlos y asignarlos a las escuelas para que los maestros pudieran usarlos. Por esto pudimos pasar de 43% de cobertura en abril a 91% en junio, duplicamos el alcance haciendo de todo, monitoreando”.

 

 

No hay condiciones

El presidente Nicolás Maduro planteó que en enero de 2021 podrían empezar las clases semipresenciales. Sin embargo, las instituciones educativas del Estado no cuentan con las condiciones sanitarias para esa reincorporación. Y es que, incluso, antes de que llegara la pandemia al país, las escuelas públicas no disponían de las condiciones mínimas: agua y electricidad.

Olga Ramos explica que solo para las actividades que deben hacer en las escuelas, presencial o semipresencial, como la preparación del Programa de Alimentación Escolar (PAE) y el intercambio de actividades y portafolios entre las familias y los docentes, deben existir condiciones mínimas de bioseguridad. “Eso no se resuelve con un pañito y un coleto. Tienes que desinfectar de verdad, que el maestro que esté en esa escuela tenga la seguridad de que no se va a contagiar”.

Asimismo, indica que para un eventual regreso a clases se debe garantizar que todas las escuelas dispongan de agua y electricidad. Para esto el Estado debe tener un diagnóstico claro de las condiciones de cada institución en el país, y si hay alguna que no cuenta con servicios, no puede iniciar sus actividades. “Si vas a una escuela y logras la distancia social y la limpieza, pero los niños tienen cosas tan naturales como las necesidades de ir al baño ¿cómo haces si no tienes agua? ¿Agarras un tobo? No. Entonces, si en la zona no hay agua tienes que garantizar un camión cisterna con la cantidad y la frecuencia que permita que no falte ni un día”, agrega Ramos.

Otros aspectos que también debe garantizar el Estado son el transporte, tanto para docentes como para estudiantes; que las escuelas tengan la cantidad suficiente de docentes para atender a los estudiantes y que haya PAE en todas las escuelas y en todos los horarios en los que los estudiantes estarán en la institución. “Un muchacho que está malnutrido no aprende igual; y si no tiene cómo alimentarse en su casa, este programa funcionaba como un complemento para garantizar los niveles de nutrición mínimos a los estudiantes. No es un regalo, forma parte de la canasta educativa. Sin embargo, en Venezuela es un desastre la instrumentación, incluso el contenido nutricional del plato no es el adecuado”, indica.

Noelbis Aguilar asegura que es necesario que el Estado se tome en serio el asunto del regreso a clases  y establezca una hoja de ruta con los pasos por seguir para adecuar la infraestructura de cada institución a un retorno seguro, porque las escuelas públicas y las familias no pueden asumir esos costos. “Se necesita poner una batería de lavamanos en la entrada del colegio, algo muy estético con el respectivo distanciamiento, también hay que comprar una alfombra, poner toda la señalización, adaptar las mesas o pupitres al distanciamiento, se deben tener, además, suficientes recursos porque los niños no pueden compartir los útiles”, dice la directora nacional del Programa Escuelas Fe y Alegría en Venezuela. Agrega que también se debe garantizar la conectividad y reactivar la entrega de dispositivos tecnológicos en los centros educativos.

“Si el Estado no asume las riendas de esto de manera responsable, buscando los financiamientos que se requieren para invertir en educación, creo que si regresamos a clases lo haremos en un contexto de alto riesgo”, advierte.

Por su parte, Orlando Alzuru, presidente de la Federación Venezolana de Maestros, indicó que hace dos años la FVM le propuso al Ministerio de Educación un plan llamado Adopta una escuela, el cual incorporaría a la empresa privada en la educación para ayudar a las escuelas a mejorar su infraestructura. Sin embargo, no obtuvieron respuesta. “Eso fue hace tiempo, cuando todavía quedaban empresas. Ahora tendríamos que esperar que se recupere el parque industrial para que empezar un programa de esa naturaleza”, asegura.

Sobre un eventual regreso a clases semipresencial, Fausto Romeo y Luisa Pernalete coinciden en que debe haber un protocolo descentralizado para que cada centro educativo pueda reiniciar las actividades, dependiendo de sus condiciones de infraestructura y de la situación o número de contagios que haya en el municipio o parroquia en el que está ubicada la institución. “Cada colegio debería tener la capacidad de hacer su propio plan con diversos escenarios, porque pueden cambiar”, dice el presidente de Andiep.

Romeo indica que en estos protocolos semipresenciales se deben definir los espacios de atención a los estudiantes, la cantidad de alumnos y los docentes que están en condiciones de hacerlo. “Si en un salón hay 30 estudiantes, no significa que todos deben ir a la clase. No. Esto debe ser de acuerdo con sus necesidades, si hay una cantidad de muchachos que tienen inquietudes en matemáticas, van un día para aclarar dudas con el profesor”, añade.

Con respecto a la cantidad de horas que deberán invertir los docentes, tanto a distancia como semipresencial, Olga Ramos cree que se debe diseñar un plan para definir la estrategia que se utilizará, pues en muchas instituciones no hay la cantidad suficiente de maestros para atender a todos los estudiantes. “Si tienes un docente que atiende tres grupos y tiene que repetir las actividades tres veces, puede reprogramarlas para que sean sutilmente distintas, pero es el mismo proceso; además, tiene que acompañar de la manera más personalizada posible al estudiante. La pregunta es ¿hay docentes que tengan 500 horas al día? Porque si debes atender a los estudiante con más detalle y, además, ir a la escuela ¿cuál es la cantidad de horas de contratación que necesita tener para cumplir con todo eso? Son preguntas que no se ha hecho casi nadie”, afirma.

Sin embargo, mientras que continúen las actividades a distancia Pernalete recomienda a los padres y maestros no descuidar el acompañamiento afectivo, además de reforzar saberes esenciales. “Cuando hay un período largo sin clases, porque hubo algún desastre o vacaciones largas, hay un desaprendizaje, sobre todo en matemática y en lectura. Por eso le recomendaba a las mamás no que le asignaran a los niños tareas en vacaciones, pero sí que de vez en cuando le pusieran algunas palabras claves en partes de la casa para que las asociaran con algunos elementos del hogar y el niño repasara sin darse cuenta”, recomienda.

La profesora del Centro de Formación e Investigación Padre Joaquín de Fe y Alegría recuerda un caso de una maestra que comenta con satisfacción. Ella llamaba a sus estudiantes con frecuencia para saber cómo estaban y, a veces, para hablar de las tareas. Así los niños también empezaron a comunicarse con la docente para contarle qué habían hecho. “Al principio, los niños se asustaban, pero no, no era para preguntarles la tabla de multiplicación, era para saber cómo estaban. He leído que cuando hay lazo afectivo es difícil que el niño o el adolescente abandonen los estudios, por esto es tan importante mantenerlo”, explica.

Regresar a clases en este nuevo año escolar, con pandemia o sin ella, supone un reto para los centros educativos en el país. Hasta el momento no hay una política pública clara y efectiva por parte del Estado para mejorar las condiciones laborales de los docentes, así como la de servicios básicos y de infraestructura de las escuelas. Mientras tanto, padres y maestros intentan acompañar a los niños en su proceso formativo con muchas deficiencia y que tendrá sus consecuencias. “En situaciones de emergencia hay que tomar medidas extraordinarias, pero no deben ser improvisadas”, asegura Ramos.