El algodón aún tiene dolientes. De este cultivo clave para las fibras textiles, hoy se cosecha la mitad de lo que se lograba hace 37 años y su importación cubre casi la totalidad de las necesidades de la industria.
Pese a este panorama quedan agricultores que suman hectáreas del producto en rama e hilanderías para procesarlo.
Esos dolientes no son tan numerosos como en la "época de oro del rubro". En 1975, Venezuela llegó al récord de 43.275 hectáreas sembradas de algodón, con un volumen de 63.634 toneladas. Esto, de acuerdo con las estadísticas de la anteriormente llamada Asociación Nacional de Cultivadores de Algodón (Anca).
Hoy de eso queda una mínima expresión. De 1975 al 2012, el rubro perdió 55,7% de su superficie y 49,2% de su volumen de producción. Según el ministerio de Agricultura y Tierras, en 2012 se sembraron 24.125 hectáreas del rubro, con un volumen de 31.231 toneladas de algodón en rama.
Fuentes cercanas al sector público dicen, casi en susurro, que la "siembra real" llegó a 20.000 hectáreas, sumados los esfuerzos del sector público y privado, con rendimientos apenas superiores a 1.000 kilos por hectárea. Esto es inferior a países como Estados Unidos y Brasil, que llegan a 2.500 kilos por hectárea, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Falta de articulación. "Ha faltado articulación del Estado y del sector privado para empujar más la producción", dice Marcelo Mañan, quien es presidente de Hilcor, una de las pocas hilanderías que queda en Venezuela, en Araure, estado Portuguesa.
"Pero somos más: queda Textileras del Táchira, Hilados Sagrada Familia, Hilandería Venezuela y nosotros", dice.
"Entre 2003 y 2008 fue el cierre de las hilanderías", dice David Fihman, presidente de la Asociación de Textiles de Venezuela quien menciona a otras sobrevivientes como Hilados Flexilon y Ovejita, entre otras.
En la región de Achaguas, en Apure, el presidente de Hilcor lleva a cabo desde 2011 un proyecto con 180 productores para sembrar el algodón en 810 hectáreas. Ahora están preparando el terreno para la siembra; la cosecha se hace en enero de 2014.
En la región de Cabruta, en las zonas altas del Río Orinoco, a su paso por el estado Guárico, también hay producción de algodón. Ahí opera desde 2011 la Empresa de Propiedad Social Algodones del Orinoco, para la cual el Ejecutivo destinó Bs. 642 millones (US$101.952), a través de la Gaceta Oficial N° 39.671 l.
Una fuente de ahí informó que en la zona de Cabruta hay 400 productores, que tienen unas 7.000 hectáreas sembradas con financiamiento del Estado.
La planta está operativa, pero el cumplimiento de sus metas no va al ritmo prometido. A 60 días de haber puesto en marcha la planta, en junio de 2011, el entonces vicepresidente Elías Jaua declaró que para 2012 la planta estaría en toda su capacidad de producción y tendría cultivadas 50.000 hectáreas de algodón. Pero esto no se dio.
"No se logró por el fuerte invierno que ha habido. Todos los créditos estaban aprobados, pero llovió mucho", dijo la fuente consultada quien pidió no ser revelado su nombre en este trabajo.
Así, esas 50.000 hectáreas quedarán para los próximos años, tal y como lo declaró en julio el ministro de Agricultura y Tierras, Yván Gil, en una inspección a la planta.
Problemas de hoy: la migración. Hace tanto tiempo que la industria textil no compra materia prima en cantidades importantes, que sus representantes ni siquiera se atreven a precisar cifras. Solo afirman que "se compra muy poco nacional", según comentó una fuente.
La realidad de hoy es que no hay la misma cantidad de productores de algodón que en aquella época de oro del algodón.
En la década de los noventa se dio una apertura a las importaciones de materia prima y telas. Así, gigantes textiles, como China e India, lograron permear al mercado criollo y eso afectó al cultivo del algodón.
Y eso se reflejó en las cifras de producción: de 1990 a 1991 la siembra pasó de 38.464 a 13.889 hectáreas, una caída de 36%. La cosecha cayó de 52.021 a 19.895, es decir, 38%.
El siguiente pico de caída fue entre 2000 y 2011. Ahí cayó 34% la siembra y 31% la cosecha.
Como consecuencia, los agricultores migraron del algodón. Uno de ellos fue el señor Pipo Intraliggi. En su finca en Turén, estado Portuguesa, llegó a sembrar entre 60 y 100 hectáreas.
Poco a poco fue incorporando maíz en sus sembradíos hasta desplazar por completo las plantaciones de algodón.
Lo mismo le ocurrió a los casi 600 productores afiliados a la Anca, organización que se vio obligada por esta causa a cambiar el significado de la última "a" y ahora se llama Asociación Nacional de Cultivadores Agrícolas.
"Creo que fue en 2005 que sembramos la última matica de algodón", dice su director general, Andrés Monroy.
Anca era reconocida por ser una de las más fuertes en el cultivo, con cinco desmotadoras. "Era de las más grandes", reconoce Mañan.
Anca llegó a aportar hasta 20% de la producción nacional con sus 23.000 hectáreas sembradas, aproximadamente. Cambió de nombre, porque cambió la realidad, comenta Monroy: ya no producían algodón, porque era económicamente inviable.
"Toda actividad parte de una posición técnica y económica y aquí el tema es que el precio del mercado y las importaciones hicieron imposible que siguiéramos", comenta Monroy.
La distancia como obstáculo. Para no desaparecer del mapa agrícola, quienes quedan han tenido que sortear dificultades. Algunas no se logran superar aún.
Una de las trabas son los altos costos de transporte, debido a la distancia entre las regiones donde se siembra y donde se procesa.
Hoy en día, solo están operativas dos desmotadoras: una privada, ubicada en Libertad, estado Barinas y otra pública en Cabruta, en Guárico.
Así, los productores que están en otras regiones, se les hace cuesta arriba arrimar su producción. "Y nadie siembra si no sabe dónde va a colocar su cosecha", dice Mañan.
Conjugar esos dos eslabones de la cadena es una de las tareas. Aunque recuperar los niveles de hace 37 años luce lejano, hay medidas que se pueden tomar para evitar que el rubro desaparezca del mapa agrícola: más estímulos a la producción primaria e industrial y medidas que protejan al sector de las importaciones.
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